Han llovido muchos éxitos y parece que fue hace un mundo cuando en la plantilla del F.C. Barcelona el idioma que predominaba en el vestuario no era ni el catalán ni el castellano, sino el holandés, una lengua de la familia germánica del indoeuropeo y que, de igual forma que el alemán, se hace muy difícil de entender y aprender para los parlantes de los idiomas provenientes del latín, y viceversa. Después de esta breve introducción sobre la rama lingüística holandesa podemos imaginarnos ligeramente el panorama que se debía vivir en Can Barça de puertas hacia dentro, donde el lenguaje gestual imperaba entre unos jugadores que debieron habituarse a este tipo de recursos para poder entenderse dentro y fuera del campo.
El clan holandés del Barça empieza con la llegada del siempre controvertido entrenador Louis van Gaal, en quien confía Joseph Lluís Núñez para liderar la temporada 1997/1998. Podríamos decir que fue el obsequio para todos los culés de un presidente que era elegido por quinta vez como máximo representante de la entidad blaugrana. La oleada de futbolistas nacidos en los Países Bajos fue progresiva y en esta primera temporada a las órdenes de Van Gaal se incorporaron a la plantilla tres jugadores de esa nacionalidad: Michael Reiziger, un correcto lateral que pasará a la historia del club más por los atributos de su esposa que por sus méritos personales, Winston Bogarde, un central con más pinta de rapero americano que de futbolista, y Ruud Hesp, un portero del que no se guarda un mal recuerdo aunque también dejó algunas cantadas que quedarán para la posteridad. De cualquier forma, la primera temporada con el técnico holandés en el banquillo fue muy buena y el equipo se alzó con la Liga y con la Copa del Rey, aunque fue eliminado tristemente frente al Dinamo de Kiev por un vergonzoso global de 7-0 en la eliminatoria. Nadie pudo discutirle nada a Louis van Gaal por su primera temporada, pese a que su comunión con la grada y el barcelonismo quizás no fuera la deseada, por el tipo de juego que practicaba el equipo. Cabe remarcar que gran parte de culpa de que el Barcelona realizará esa buena temporada la tuvo Rivaldo, quien esa misma campaña había fichado por el equipo catalán y se alzaría con el Balón de Oro.
Imagen de Van Gaal en su hábitat preferido: las ruedas de prensa
En la siguiente temporada llegó la segunda oleada de jugadores de origen holandés y en la prensa se hablaba de que Louis van Gaal estaba culminando un proceso de “holandización” del F.C. Barcelona que ya había empezado la campaña anterior. En esta ocasión los futbolistas que se incorporaron a la plantilla culé fueron Patrick Kluivert, un prometedor delantero que se había proclamado campeón de Europa dos años atrás con el Ajax de Ámsterdam (anotando el único gol de aquella final), pero que no se había adaptado la temporada anterior en la liga italiana en las filas de Milan del sargento Fabio Capello (merece un punto y aparte este jugador, a quien se consideraba como el heredero de Marco van Basten y reunía unas magníficas condiciones para haberse consagrado como uno de los grandes delanteros de la década; en el Camp Nou cuajó temporadas bastante decentes pero su indisciplina y su irregularidad con el gol hicieron que la gente nunca lo acogiera con cariño); también aterrizaron Phillip Cocu, un centrocampista de trabajo que llegó con la carta de libertad y sí se ganó la admiración de la grada por su entrega y polivalencia, ‘Bolo’ Zenden, un extremo izquierdo que pasó con más pena que gloria, y los hermanos de Boer (Frank permaneció hasta el año 2004 en el conjunto catalán y tuvo una presencia más que notable durante el transcurso de esos años; Ronald pareció más bien que entrara en el “pack” con su hermano, con quien ya había coincidido en el glorioso Ajax de 1995 y coincidiría posteriormente en el Rangers y en su aventura con los petrodólares árabes, y nunca llegó a hacerse un hueco en el equipo). El elenco holandés que se llegó a agrupar en el vestuario local del Camp Nou llegó a temer, incluso, que se cambiaran los colores blaugrana por el naranja de la selección “orange”. Esa temporada se ganó una liga pero las desavinencias entre Van Gaal y el entorno culé eran ya una realidad irreparable por el fuerte temperamento del técnico nacido en la capital holandesa.
Pese al tenso clima existente en el seno del club, se mantuvo al frente del equipo al inicio de la siguiente campaña. Curiosamente no llegó ningún jugador holandés, pero sí se desembolsaron cantidades astronómicas en jugadores que pasarían de puntillas por el club: más de 15 millones de euros por Dani García y otros 14 millones por un jovencísimo Simao Sabrosa. El caos reinaba en el club y la dimisión a finales de temporada del presidente Núñez provocó también la salida de Louis van Gaal ante la convocatoria de elecciones de julio. Para más inri, se consuma la marcha de Figo al eterno rival, el Real Madrid, por lo que el ambiente en Can Barça estaba más caldeado que nunca. El palmarés del equipo al término de la temporada se resumía en una Copa Catalunya. El letargo del clan holandés parecía llegar a su fin y progresivamente fueron saliendo del club sin hacer demasiado ruido...Y es que parece que la relación entre Holanda y el Barça será siempre especial después de que un tal Johan Cruyff reinventara el fútbol desde la capital catalana.
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