martes, 18 de octubre de 2011

Dejemos de limitar las emociones que despierta el fútbol

En los últimos años, en nuestro continente se está criticando a todo aquél que expresa la máxima rivalidad hacia el oponente. Éste siempre ha sido un mundo de sangre caliente lleno de pasión e ira. Para qué cambiarlo ahora?

Acordarse del rival tras marcar un gol, calentar el derby de la ciudad con unas declaraciones picantes, enzarzarse en alguna que otra discusión en medio de un partido… todas estas acciones no son nuevas y se han producido desde siempre y en todas partes en el mundo del fútbol. Sin embargo, en los últimos años, y en lo que está siendo un intento de arrancarle al fútbol una de sus características principales, los medios de comunicación europeos censuran y denuncian cualquier gesto o palabra que denote ira y rivalidad. Como diría el célebre José Mourinho, ¿por qué?. Entiendo que hay unos límites. Entiendo que impactar con una botella en la cabeza de un entrenador dejándolo inconsciente, como le ocurrió a Juande Ramos, no es fútbol ni es nada. Es vandalismo. Ni yo ni nadie puede negarlo. Pero lo que no concibo es por qué puede escandalizarse la prensa de Madrid cuando un jugador del Barça celebra una victoria por 5 a 0. En la misma línea, ¿por qué no puede Cristiano Ronaldo mofarse del sueldo de Pedro sin que toda Cataluña se eche encima del de Madeira?

Es cierto que el fútbol es un ejemplo para toda la sociedad, y que lo que se ve ahí tiene una repercusión masiva, pero no nos pasemos. Limitemos el racismo, limitemos la violencia, sí. Pero no queramos convertir un deporte de pasión extrema en un simple juego donde todo es respeto y buenas palabras. El ejemplo que daríamos tampoco reflejaría el mundo en el que vivimos. En mi opinión, nunca el mundo del fútbol tuvo la piel tan fina.




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